📼 De casetes a TikToks: lo que ha cambiado (¡y lo que no!) desde la Semana Santa de los 90s y 2000s


¿Recuerdas cuando Semana Santa significaba estrenar sandalias, ver “Jesús de Nazaret” en la tele, y empacar sándwiches para ir a la playa con toda la familia en un solo carro? Si viviste la Semana Santa noventera o de los 2000s, sabes que las cosas eran diferentes… muy diferentes.

Aquí va un viaje exprés por esos cambios que nos hacen decir: “¡Ya estamos viejos!”

📺 1. Antes: la tele mandaba. Ahora: el streaming domina

Entonces: Si querías ver una película de Semana Santa, te adaptabas al horario de Canal 3 o Televisión Nacional.

Clásicos como Los Diez Mandamientos, Ben-Hur y Jesús de Nazaret eran tradición obligatoria, aunque los vieras a la mitad o por décima vez.

Ahora: Netflix, Disney+, YouTube, TikTok. Tú decides qué ver, cuándo y cómo. Puedes cambiar del Vía Crucis a Stranger Things en un clic. Y sí, puedes ver memes de Semana Santa mientras estás en misa (aunque no deberías).

🎧 2. La música pasó del Discman al Spotify

Entonces: Hacías tu mixtape en casete o usabas el Discman con pilas AA (y cruzabas los dedos para que no se rayara). El reguetón apenas nacía, y el “bailar pegados” era tendencia.

Ahora: Tienes playlist de Semana Santa chill, Viernes Santo Lo-Fi o Domingo de Resurrección Remix… en alta fidelidad, sin interrupciones, y con opción de compartirla por WhatsApp.

📸 3. Antes: recuerdos en la mente. Ahora: en la nube

Entonces: Te acordabas de los viajes, los juegos con los primos y las caminatas por instinto. Todo quedaba en la memoria (o en el álbum familiar físico).

Ahora: Hay selfies, videos, boomerangs, reels, dron-shots y hasta filtros de Semana Santa. Si no está documentado… ¿realmente pasó?

💜 Lo que no cambia:

  • El olor a incienso.

  • El tráfico infernal del Jueves Santo.

  • El calorón eterno del Puerto.

  • Las ganas de escapar aunque sea un día.

  • Y ese sentimiento de pausa, reflexión, familia… y ganas de comer rico.

Semana Santa ha cambiado un montón, pero el espíritu sigue ahí. Ya sea con tamales y VHS o con drones y Spotify, lo importante es vivirla como se sienta bien: con fe, con familia o con un buen descanso.