¡Así se vive la Semana Santa alrededor del mundo! De alfombras de aserrín a crucifixiones reales


Sí, todos celebran lo mismo… ¡pero de maneras completamente diferentes! Desde alfombras de flores hasta crucifixiones reales (sí, en serio), así se vive la Semana Santa en distintas partes del mundo.

¿Pensabas que la Semana Santa era solo procesiones y misas? Pues no, la cosa va mucho más allá.

En muchos rincones del mundo, esta fecha se vive con una mezcla de tradición, arte, drama, fe y, por qué no, hasta un poquito de espectáculo.

Te damos un paseo exprés por algunas de las celebraciones más impresionantes (y a veces sorprendentes) del planeta.

🇪🇸 Sevilla, España: Donde la pasión se vuelve arte

Si la Semana Santa tuviera una alfombra roja, sería en Sevilla.

Aquí las cofradías sacan a las calles pasos gigantes con esculturas de Cristo y la Virgen que son verdaderas obras maestras.

¿Lo más impactante? La gente que los carga —llamados costaleros— caminan horas bajo toneladas, mientras una banda pone banda sonora a este show religioso.

A veces hay silencio sepulcral, a veces un cante flamenco rompe la noche. ¡Piel de gallina garantizada!

🇬🇹 Antigua, Guatemala: Alfombras de aserrín que parecen cuadros

En esta joya colonial, la Semana Santa es como un museo a cielo abierto. Los vecinos crean alfombras multicolores hechas con aserrín, flores y frutas que cubren las calles.

Pero ojo: duran solo unas horas, porque las procesiones las pisan.

Sí, es efímero, pero hermoso. Y verlo en vivo es como meterte en un documental de arte y devoción.

🇮🇱 Jerusalén: El epicentro de la historia

Celebrar la Semana Santa en Jerusalén es como ir al backstage de la Biblia.

En la famosa Vía Dolorosa, miles de peregrinos recrean el camino que hizo Jesús cargando la cruz.

Es una mezcla de religiosidad, emoción pura y mucha historia.

Si lo tuyo es conectar con las raíces profundas de la fe, este es el lugar.

Y tú, cómo lo celebras?

Lo bonito de la Semana Santa es que, sin importar dónde estés, siempre hay una forma de vivirla: con procesiones, con chocolate, con playa o con reflexión.

Cada tradición tiene su magia.

Lo importante es que, al final del día, estas celebraciones nos conectan con algo más grande: nuestras raíces, nuestras creencias, o simplemente nuestra gente.