A sus 73 años, Verónica Castro vive en paz. Ya no necesita brillos, escenarios ni portadas para sentirse plena. La eterna Rosa Salvaje asegura que está agradecida con todo lo que la vida le ha dado —y también con lo que le quitó—, porque, como dice con serenidad: “No le debo nada a la vida”.
En entrevista, la actriz confesó que hoy sus días transcurren entre momentos buenos y otros no tanto, con dolores físicos que a veces la acompañan, pero con el corazón tranquilo y la conciencia limpia.
“Estoy bien, gracias a Dios. No dependo de nadie ni nadie me mantiene. Soy una mujer afortunada, consciente y normal, que siempre vio por su familia”, comentó con su característico humor y sencillez.
Lejos de los reflectores, Verónica disfruta su independencia y su estabilidad económica, algo que agradece a su mánager y amiga Fanny Schatz, quien la ayudó a administrar sabiamente su dinero a lo largo de su carrera.
Una vida frente a las cámaras
Desde que debutó a los 14 años, Verónica Castro conquistó a México (y a toda Latinoamérica) con su talento, su sonrisa y su carisma. Protagonizó telenovelas icónicas como Los Ricos También Lloran, El Derecho de Nacer y Rosa Salvaje, y marcó época en la televisión con programas inolvidables como Mala Noche… ¡No! y La Movida.
Aunque asegura que no se considera un ídolo, su legado habla por sí solo.
“No creo que sea considerada así, pero al menos saben que fui una persona positiva, que trató de dar buenas noches y sentimientos con mis historias. Si se quedan con la idea de que fui una buena onda de señora, con eso me conformo”, dijo entre risas.
Entre dolores y aprendizajes
Su cuerpo lleva las huellas de décadas de trabajo y algunos accidentes, como aquel en 2004 cuando sufrió una lesión en el cuello durante una transmisión en vivo de Big Brother VIP 3.
“Tengo muchas operaciones. Todo está lleno de titanio, así que a veces me duele todo, pero hay que aguantar. No me gusta depender de pastillas”, explicó con naturalidad.
¿Bioserie? Mejor no
Aunque su vida daría para una bioserie llena de emociones, romances y anécdotas de la televisión mexicana, Verónica es clara: no quiere que nadie la cuente por ella.
“Si sin abrir la puerta de mi casa hablan como hablan, imagínate dándoles permiso de entrar hasta la cocina. Prefiero que la gente se quede con la idea que tiene de mí”, afirmó.
Así, entre risas, recuerdos y gratitud, Verónica Castro disfruta esta etapa de su vida sin dramas, sin pretensiones y con la satisfacción de haberlo dado todo.
Porque si alguien puede decir con orgullo “no le debo nada a la vida”, es ella.
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