Diciembre es el mes en el que se celebran algunas de las festividades más esperadas del año: la Nochebuena, la Navidad y el fin de año.
Aunque estas celebraciones tienen un profundo significado religioso, también están marcadas por actividades lúdicas como desfiles, convivios y encuentros familiares.
Sin embargo, detrás de la fecha en la que celebramos el nacimiento de Jesús, hay una historia que revela conexiones históricas y decisiones que van más allá de lo puramente religioso.
La Navidad, oficialmente celebrada el 25 de diciembre, conmemora el nacimiento del Niño Jesús. Aunque esta fecha se ha consolidado como la tradicional, los historiadores y teólogos señalan que este dato podría no ser completamente exacto.
Según diversas fuentes históricas, la decisión de celebrar la Navidad en diciembre fue tomada por el papa León I en el año 449, quien instituyó esta fecha como parte del calendario litúrgico.
Sin embargo, la celebración no se oficializó hasta que el emperador Justiniano la proclamó como fiesta oficial del Imperio Romano en el año 529. Desde entonces, la tradición de celebrar la Navidad en diciembre se ha mantenido a lo largo de los siglos, a pesar de que no existen pruebas concluyentes sobre la fecha exacta del nacimiento de Jesús.
De hecho, muchos expertos sugieren que Jesús pudo haber nacido entre los meses de marzo y abril, según registros antiguos.
Una de las teorías más difundidas sobre la elección de diciembre como el mes de la Navidad tiene que ver con la relación con las festividades paganas de la época.
El historiador italiano Polidoro Virgilio, en el siglo XV, descubrió que la celebración cristiana coincidía con las Saturnales, un festival romano que rendía homenaje al dios Saturno y que se celebraba en torno al solsticio de invierno.
Las Saturnales eran conocidas por sus excesos: banquetes, apuestas públicas, carreras de carruajes y una serie de actividades lúdicas y a menudo caóticas.
En este contexto, algunos historiadores sugieren que la Iglesia cristiana eligió coincidir con las Saturnales para convertir esta festividad pagana en una celebración cristiana, facilitando su aceptación entre los pueblos romanos.
De esta forma, el 25 de diciembre se transformó en una fecha oficial que, con el tiempo, reemplazaría a las antiguas festividades paganas.
A pesar de las incertidumbres sobre la fecha exacta del nacimiento de Jesús, la Navidad sigue siendo una de las celebraciones más significativas del cristianismo y una de las festividades más esperadas alrededor del mundo.
Las costumbres y tradiciones que acompañan esta fecha continúan evolucionando, pero el espíritu de la Navidad, de reflexión, generosidad y unión, perdura en cada celebración, independientemente de las raíces históricas que la rodean.
En resumen, la elección de diciembre para celebrar la Navidad tiene una combinación de factores históricos y estratégicos que no solo buscaban conmemorar el nacimiento de Jesús, sino también transformar una tradición pagana en una festividad cristiana, lo que ha permitido que la Navidad perdure en la historia como una de las celebraciones más universales y queridas en el calendario mundial.
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