El gol de Darwin Lom cambió por completo la dinámica táctica de Guatemala en Paramaribo y reconfiguró el partido tanto en el plano emocional como estratégico. Tras la anotación, el conjunto dirigido por Luis Fernando Tena mostró una versión más despierta y atrevida, oxigenando su ofensiva con la movilidad de Lom y Rudy Muñoz, quienes ingresaron en el segundo tiempo para buscar profundidad y velocidad por los extremos.
En adelante, Guatemala ganó confianza y llegó a generar mayor peligro, apostando por el juego directo y la presión alta, lo que obligó a Surinam a retroceder algunos metros y tomar recaudos ante las nuevas variantes del ataque visitante.
Pero con el correr de los minutos, el enfoque guatemalteco viró hacia la protección del resultado. El equipo dejó atrás el protagonismo ofensivo y priorizó el orden táctico, agrupándose en zonas medias y bajas para contener el avance local.
En los instantes finales, la Azul y Blanco cedió la posesión y se limitó a defender en bloque, buscando cerrar espacios y frenar los centros al área de Surinam, que presionaba con intensidad por el empate. Se observó cómo los mediocampistas guatemaltecos retrasaron su posición e incrementaron el sacrificio defensivo, mientras el lateral José Morales y los centrales reforzaban las coberturas en las bandas.
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El repliegue final evidenció la dificultad para sostener la pelota y lanzar transiciones rápidas, reflejando la falta de claridad para mantener el ritmo tras el impacto emocional del gol de Lom. Esa apuesta por el defensivismo, aunque lógica de cara al marcador, terminó siendo insuficiente ante la presión y capacidad ofensiva de Surinam, que logró empatar en tiempo de descuento por medio de un disparo lejano.
El gol motivó el dinamismo en ataque y más llegada desde las bandas, pero eventualmente dejó al equipo defendiendo en inferioridad, lo que propició el empate agónico y la pérdida de dos puntos cruciales en la eliminatoria.

