Babygirl es una película audaz, rompedora y difícil de clasificar, una de las más transgresoras del cine de 2024. Dirigida por Halina Reijn, la cinta comienza con una impactante escena en la que una madre aparentemente perfecta —interpretada por Nicole Kidman— se masturba en la alfombra de su opulenta casa familiar.
Esta imagen potente establece rápidamente el tono de una historia que explora temas complejos de consentimiento sexual, abuso de poder y los desconcertantes matices del poder en las relaciones laborales.
Reijn, que ya exploró un tono similar con «Bodies Bodies Bodies», mantiene en «Babygirl» ese enfoque juguetón y autoconsciente.
La película combina escenas muy cortas y un montaje picado para presentar a su protagonista, Romy, una alta ejecutiva del sector de la inteligencia artificial, que vive una vida de apariencia impecable como madre, esposa y profesional.
Pero durante unas fiestas de Navidad, Romy se encuentra cara a cara con Samuel, un becario recién llegado (interpretado por Harris Dickinson), que inicia un tira y afloja con la ejecutiva de una manera tan cruda como directa.
Las interacciones entre Kidman y Dickinson son tan exageradas y tensas como la puesta en escena de Reijn, que sabe cómo mezclar drama y comedia para mantenernos al borde del asiento.
A través de un guion de diálogos mordaces y observaciones sutilmente provocadoras, la directora despliega una historia que no solo cuestiona las normas del poder y el consentimiento, sino que también ofrece un comentario sarcástico y muy divertido sobre el mundo de los ejecutivos de élite.